DESDE ALBACETE (Testimonio de una madre)
MADRE DE NIÑO HIPERACTIVO
Cuatro de cada cien niños albaceteños sufren un transtorno de déficit de atención e hiperactividad, el llamado TDAH.
24.12.08 -
La sociedad está en continuo movimiento, cada vez camina más rápido para llegar a tiempo a su cita con el futuro, que rápidamente se convierte en pasado, y sin embargo es incapaz de acelerar el ritmo de sus pensamientos. Los niños hiperactivos también tienen prisa por llegar a todo y su conducta en ocasiones no se acepta, cuando en realidad la solución es comprender. Dori Navalón conoce muy bien esta situación porque ella es madre de un niño con «esta característica».
El Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, TDAH, afecta al sistema nervioso central y «se manifiesta mediante el aumento de la actividad , la impulsividad y la falta de atención», según explican desde la Asociación de Niños con Síndrome de Hiperactividad y Déficit de Atención.
Afectados
En Castilla-La Mancha -y por ende, en Albacete- el 4,44 por ciento de los pequeños sufren este trastorno, que es más propenso entre la población masculina. «Mi niño llegó a colgarse de la lampara», explica Dori en un intento por hacer visible una realidad que otros intentan ocultar. Su testimonio quiere ayudar a otras familias en la misma situación y habla de su día a día sin tapujos, sin miedo, consciente de que más allá de las vergüenzas está la felicidad de su hijo.
En esa línea reivindica la necesidad de que los padres se impliquen en la enfermedad «se convierten en hilos conductores entre los niños y los colegios por ejemplo». Además, Dori reconoce que en un primer momento la sociedad tiene que adaptarse a ellos para que más tarde sean estos niños quienes terminen integrándose en ella. En cualquier caso, su historia es el reflejo de otras tantas, en las que cada familia ha tenido que adaptarse a la nueva realidad que se habría ante ellos y aprender a caminar a la velocidad que un niño hiperactivo lo hace. Aunque este trastorno es más palpable en los niños pequeños porque los tratamientos hacen que la situación mejore con los años. En este sentido, Dori explica que es fundamental un diagnóstico precoz. En su caso, ella se dio cuenta que su pequeño era «muy movido» cuando empezó a caminar a los 14 meses. Aunque no fue hasta más tarde, cuando el niño tenía 5 años cuando descubrió realmente de qué se trataba: «Yo descubrí que esta enfermedad existía de vacaciones porque mi hijo se puso malo y en urgencias vi un cartel en el que se explicaban los síntomas», asegura Doris, al tiempo que reconoce que desde ese instante la posibilidad siempre estuvo presente en su cabeza.
«Le das una tila»
Sin embargo, en una de sus visitas al pediatra éste le dijo «cuando llegue a casa le de una tila a su hijo», pero en ese momento esta mujer le explicó sus dudas y ahora con la perspectiva que dan los años reconoce que cuando tuvo el diagnóstico en sus manos sintió tranquilidad: «Yo hasta ese momento pensaba que no había sabido educarlo». Los siguientes pasos la llevaron a Salud Mental donde personas especializadas trataron a su hijo. En esta situación existen dos posibilidades: «Una opción es el tratamiento farmacológico y otro el psicológico, aunque es frecuente que se dan los dos», explica Dori sin perder en ningún momento el optimismo y la ilusión por un futuro que en su caso se precipita al ritmo en el que su niño quiere descubrirlo.
Estos tratamientos, especialmente el psicológico, «enseñan a mejorar la atención, a controlarla impulsividad y también mejoran las habilidades sociales», como asegura esta mujer que además en el día a día trabaja en los Servicios Sociales.
Las personas que sufren este trastorno pueden llevar una vida «normal», asegura Dori pero rápidamente recuerda que «con unas caracterísitcas especiales». Sin embargo, su ejemplo es el que mejor refleja siempre hay que mirar a la vida con una sonrisa, esperando que ésta te conteste la mueca. Su hijo va a un instituto «no ha repetido curso y realiza actividades extraescolares», es un niño como el resto pero con unas circunstancias especiales.
Adaptarse
Dori ha sabido adaptarse a ellas, y está haciendo lo propio con su otro hijo, ahora mira al futuro cargada de optimismo y no tiene reparos en asegurar: «Mi hijo saldrá adelante porque tiene muchas habilidades».
En esa meta es fundamental la educación y en ese camino deben esforzarse todos los padres. «Estos niños tienen que sentirse continuamente motivados y la colaboración entre padres y centros educativos es básica», como recuerda una y otra vez esta albaceteña. Aunque en este campo reconoce que es necesaria "una mayor falta de mentalización por parte del profesorado, especialmente en infantil para que se pueda detectar rápidamente este trastorno».
Su vida se traduce «en un lucha diaria», ella misma lo reconoce y asegura «hay que insistir en cualquier cosa, darles las órdenes una por una o hablarles mirándoles a los ojos». En realidad, hay que implicarse y «los padres tienen que trabajar mucho». Dori ha asumido a la perfección su rol y lo pone en práctica. De esa manera se vuelca a cada distante en la realidad de su hijo para que tenga un futuro lleno de oportunidades. Así, desde su experiencia, recomienda a otros padres en su misma situación que recurran a asociaciones: «No es lo mismo sentirte sólo que ver que existen más padres en la misma situación». Aunque esa no es la única razón, en las asociaciones como Apandah, Asociación de Padres y Niños con Déficit de Atención con o sin Hiperactividad, se realizan diferentes iniciativas con los pequeños para ayudarles a mejorar sus condiciones. En esa línea, Dori explica que el TDAH puede derivar en otras dolencias, como es la depresión «porque tienen la autoestima muy baja» porque reciben muchas amonestaciones. Cuando lo realmente importante es insistir en aquello que hacen bien para que ellos tomen conciencia de sus posibilidades.
El comportamiento de estos niños puede resultar en ocasiones molesto, pero es en esos momentos en los que se echa en falta la comprensión que tanto se demanda para otras enfermedades. Esto hace que una y otra vez sean necesarias las excusas: «No hay mala intención en lo que hacen quieren hacer las cosas rápido», explica Dori consciente de que para muchos eso no es suficiente pero asegura que «la gente tiene que conocer que esto existe y tiene tratamiento».
Y de nuevo aparece el fantasma del desconocimiento y esta mujer asegura, con una mezcla de tristeza e indignación: «Sí, falta mucho por comprender, lo normal es que lo entiendan sólo las personas afectadas», está equivocada, lo normal sería que todos lo entendiesen. Pero entre tanto basta con que dejen de ser «niños etiquetados».
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